Exitus Letalis

No soy muy asiduo a visitar cementerios, de hecho siento cierto rechazo por todo lo que esté relacionado con la muerte e intento evitar todo este tipo de sitios. Quizás el único que he visitado en innumerables ocasiones sea el de Nª Señora de Guadalupe (Guadalupe de Maciascoque, Murcia). Allí es donde se encuentran enterrados familiares cercanos y de ahí mi relación con este cementerio en concreto.

Cada vez que voy observo las fotos pertenecientes a los difuntos de las lápidas aledañas a la de mi familia. Desde que tengo uso de razón siempre son los mismos retratos. Rostros de gente que no conozco ni conocí, pero que a su vez me resultan muy familiares.

En una de las visitas sin ninguna causa en especial, solamente por el hecho de mantener curiosa la parcela, vi la lápida del señor que se sitúa enfrente desmontada y en proceso de retirada. Mi madre me contó que se trata de una lápida abandonada, nadie se hacía cargo de él ya que toda su familia emigró a Barcelona hace más de 50 años. También me comentó, que cuando iba con mi abuela para realizar la pertinente ofrenda floral a mi difunta tía por el motivo de alguna fecha señalada, mi madre siempre destinaba una de las flores hacia la tumba de aquel hombre.

Esto último me pareció un sencillo gesto totalmente desinteresado que dignifica el recuerdo de aquella persona y que me incitó a observar la totalidad del cementerio y a su vez, reflexionar sobre la relación que tenemos con nuestros seres queridos que ya no están entre nosotros. El nivel de relevancia que supone para cada familia el acto de conservar el vínculo afectivo con las personas fallecidas a través del cementerio como lugar de culto.